Otro día en la historia

junio 06, 2016



"Recuerden... Que los verdaderos derechos se deben conquistar, que es necesario vencer los conservadores, rutinarios retrógrados, los temerosos de lo nuevo, los amantes del pasado, que es necesario vencer el temor de los políticos que ven con recelo esa incógnita que encierra el voto femenino (y tal vez sea éste el mayor obstáculo)."
                              
                        Alicia Moreau de Justo, médica y política argentina, feminista y socialista



       Mientras cruzaba la calle cortada, desde donde ya comenzaban a avistarse grupos de gente, sentí la adrenalina borboteando en el pecho. Era una fuerza extraña que parecía retraerme para propulsarme en pasitos cortos cada vez más acelerados. Junté aire  y sonreí, no sé muy bien por qué. Quizás porque el ver personas reunidas por la causa, teniendo en cuenta la controversia de los últimos meses y el fervor del encuentro del año pasado, me inspiraba cierto sentimiento de ilusión, de esperanza obstinada, pero que se contrariaba con una profunda congoja. Indignación, el peso de la realidad  en los párpados, como si durante todo ese tiempo no hubiera sido realmente consciente: íbamos a denunciar que nos están matando. Como si sólo entonces pudiera realmente entender que entre junio del año pasado y mayo del 2016, se registran más de doscientos setenta femicidios. Como si pudiera sublimar el miedo que cargo como costumbre todos los días. Miedo, por cierto, cruelmente subestimado.
Sostuvimos nuestro cartel, una cartulina de color blanco con letras negras y rojas, con determinación. Primero una, después la otra. De a ratos, lo teníamos las dos. Nos mirábamos entre nosotras, a lxs otrxs, con lxs otrxs, como si todxs intentáramos leernos en los ojos las historias que no contaban los papeles. Teníamos algo en común. 
La imagen de una nena sosteniendo un banderín con la leyenda "Vivas nos queremos" caló hondo en las heridas. Estaba seria, indiferente a los flashes de las fotos que la tomaban como protagonista en la caída de esa tarde del 3 de junio. Atrás, otras mujeres exponían una pancarta con el mismo mensaje y los ojos en compota. Ojos que se repetían con miradas distintas, y que contestaban al cuestionamiento, la posición cómoda de quedarse al margen y decir "¿y para qué?". Contestaban al dedo que señala a cada hora de cada día, a las lenguas filosas sin consciencia de historia que se atreven a decir que está todo bien, que no hay de qué quejarse. Lenguas para las que los siglos de anonimato, de masacre, de repudio e indiferencia, no existen. Lenguas para las que los detalles no cuentan, y que hablan sin decir, consolidando la estructura rígida de una idea frívola y retrógrada. Una idea en una caja que sólo cambia de transmisor, pero que desde hace miles de años es la misma. Y es en esa idea, en ese espejo, donde nos miramos para reaccionar. 
Estamos atadxs al pasado y al futuro. Reincidimos en los mismos errores, atribuyendo los motivos a un tercero. Uno que siempre es un ente, casi inexistente, pero al que hemos creado para justificar nuestra dificultad para la auto crítica. Esta causa no es ni por asomo asunto de ahora. No depende sólo de las cifras que aumentan vertiginosamente, de lo que es tangible o de lo que se ve. Es la memoria colectiva, lo que recolectamos con primorosa selección de la historia oscura que nos gobierna. Es la palabra sin cuidado, la falta de educación. Es el pavor a las transformaciones inherentes del destino, el arraigo a las reglas antiguas, quebradizas, que siguen disfrazándose de estabilidad. 
Durante el transcurso de la marcha, un camino agotador pero enérgico desde Plaza Congreso a la Plaza de Mayo, los mismos pensamientos volvían a mí con insistencia de carrusel. Me sentía impulsada por los cánticos, las voces de guerreras que resonaban a través de los megáfonos, el quejido grueso de los bombos, las banderas ondeando en contraste con el cielo. Todo era revolución. Era necesidad de cambio, era crítica, eran preguntas y constancia. Era empuje. Era podemos seguir. Vamos a seguir. Fuimos todxs un sólo grito de desesperación. Un grito cotidiano. Fuimos coraje, y fuimos amor. Había amor, aunque el mundo, la ciudad angustiosa, parece siempre haber extinguido sus últimos vestigios. 




Está disponible el Primer Índice Nacional de Violencia de Género en http://contalaviolenciamachista.com/ La encuesta es anónima.
No nos callamos más. 






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